Rubén Darío y la música.

Exquisito, aristocrático, renovador del verso, padre y cabeza del movimiento modernista, que pretendía cambiar la poesía española desde Hispanoamérica y pasando por Francia (con Verlaine, Mallarmé y los simbolistas), ése es Rubén Darío.

Su poesía está llena de hipérboles, imágenes sugestivas, evocadoras y sensuales, donde la música juega un importante papel.

Al publicar  uno de sus primeros volúmenes, Azul, de 1888, escribe, por ejemplo: "La literatura debe llevar el arte de la palabra al terreno de otras artes, de la pintura verbigracia, e la escultura, de la música. Hay que sutilizar la expresión hasta pintar el color de un sonido, el perfume de un astro, algo como aprisionar el alma de las cosas".
 (Imagen de "Azul" del Banco de Imágenes y Sonidos de IFSTIC)

En su siguiente obra, Prosas profanas y otros poemas, de 1896, escrito bajo la influencia de los simbolistas ("De la musique avant toute chose", dice Verlaine), queda más clara esa influencia entre el arte musical y el literario: "Como cada palabra tiene un alma, hay, en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces".

En este volumen encontramos algunas poesías referentes o referidas al arte musical, como por ejemplo el Elogio de la seguidilla:

Metro mágico y rico que al alma expresas
llameantes alegrías, penas arcanas
desde en los suaves labios de las princesas
hasta en las bocas rojas de las gitanas...

De este mismo volumen es la famosa Sonatina ("La princesa está triste...¿qué tendrá la princesa?.... está mudo el teclado de su clave sonoro..."), la Sinfonía en Gris Mayor y otra poesía famosa, Era un aire suave:

"... La orquesta perlaba sus mágicas notas
un coro de sones alados se oía
galantes pavanas, fugaces gavotas
cantaban los culces violines de Hungría...."

El siguiente volumen importante lo componen los famosos Cantos de vida y esperanza, de 1905, y posteriromente escribe el Poema de otoño y otros poemas, de 1910, donde tenemos obras como El clavicordio de la abuela:

"En el castillo, fresca, linda
la marquesita Rosalinda
mientras la blanca risa vuela,
con su pequeña mano blanca
una pavana grave arranca
al clavicordio de la abuela
¡Notas de Lully y de Rameau!....
... Va la manita al teclado
como si fuese un lirio alado
lanzando al aire la canción..."

En Canto a la Argentina y otros poemas, de 1914, escrito ya cuando residía en España tenemos un poema ilustrativo e inusualmente descriptivo: las Danzas Gymnesianas. Boleras:
"Danzas, danzan, los payeses
las boleras mallorquinas..."

Tenemos, en fin, uno de los grandes de nuestra poesía un autor que, como tantos, pretendió la unión de las artes.  ¿Es una quimera la idea de la unión de las artes? No lo es, claro, pero cada artista lo interpreta y lo expresa a su manera.



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